Erase un viernes...
Erase un viernes… es una sección original de El Alambique que Destilaba Palabras en que cada viernes os relataré un cuento de esos que leo y yo misma cuento desde la infancia. No presto la sección porque cualquiera puede contar cuentos y el título me lo guardo para mí, pero si os inspiro una entrada me encantaría que me pasarais link.
En la segunda entrada de esta sección querría dejar caer un cuento de Bangladesh que adoro. Como he leído muchos cuentos, no los recuerdo todos; pero este relato tiene diferentes versiones y la india, concretamente, es de las que me sé de memoria -difusamente- y repito siempre. Sin embargo, no es esa la que os escribiré, sino la de mi libro Cuentos de Todos los Colores por J. M. Hernández Ripoll y Aro Sáinz de la Maza en que diferentes inmigrantes en España relatan un cuento de su país -y es un tocho-. Me parece un cuento muy especial, y nos lo cuenta la nativa Jahan Ara Begum.
El Rey y sus Dos Hijas
Había una vez, hace mucho, mucho tiempo, un lejano país gobernado por el poderoso y bueno rey Omar. Su Majestad Omar tenía dos hijas, a las que adoraba y llegaba a considerar los más valiosos tesoros de su reino, Momotaj y Nurjahan. Ambas eran bellísimas princesas, pero Momotaj era además de una gran cultura y Nurjahan era de corazón afable y naturaleza sincera.
Un día el rey Omar quiso saber si sus hijas le correspondían en su gran amor, y las mandó llamar a la gran sala de palacio. Al ver sus rostros preocupados, pues las recibía en el mismo recinto en que se tomaban las importantes decisiones estatales, el rey Omar se hinchió de cariño y las alivió:
-No temáis, hijas mías. Solo os mandé llamar para haceros una pregunta.
-Querido padre, pregúntanos- dijo Momotaj, la mayor-, Intentaré responder haciendo uso de todos los conocimientos que me inculcaste.
-Padre querido, dinos- sonrió Nurjahan, la menor-. Trataré de contestar sinceramente, como me has educado.
El rey Omar pensó un momento y entonces lanzó la pregunta:
-Dime, Momotaj, ¿cuánto me quieres?
La princesa reflexionó unos minutos, con el ceño fruncido, y entonces -como era muy lista-; recordó que a su padre le chiflaban los dulces y los comía siempre que podía, y respondió:
-Te quiero como a los dulces, padre.
El rey sintió que su amor crecía ante la respuesta de su hija, tan acertada, y sonriéndole preguntó esta vez a Nurjahan:
-Dime, Nurjahan, ¿cuánto me quieres?
Y nada más plantearle su padre la pregunta, Nurjahan dijo lo que le salió del corazón:
-Te quiero como a la sal, padre.
El rey, herido en su amor propio y sorprendido por la respuesta, le increpó:
-¿Cómo dices, Nurjahan?
Y Nurjahan pensó en retractarse, pero decidió ser fiel a lo que pensaba: que la sal era un condimento imprescindible, como su padre para ella, y así lo mantuvo.
-Que te quiero como a la sal, padre.
-¿¡Cómo a la sal!? ¿¡Cómo a esa sustancia insípida que ni a mí, ni a nadie en mi reino, nos gusta!? ¿¡Tal es tu desprecio por tu amado padre!?
Y llevado por la ira y el despecho, rápidamente mandó llamar a sus guardias y les ordenó que abandonaran a su hija en alguna remota región en el bosque más cercano, para que se arreglara allí la vida por siempre. Nurjahan, asustada, no pudo hacer más que dejarse prender.
Nurjahan fue abandonada en un remoto claro en el bosque. Destrozada por la pena, lloraba y lloraba sin cesar, cuando se dio cuenta de que comenzaba a anochecer y no podía hacer otra cosa que sobrevivir. Así que se recompuso como bien pudo y poco a poco, durante los siguientes días, fue encontrando bayas, moras, fresas... y otras frutas silvestres con las que alimentarse; también acondicionó como refugio una cálida cueva, donde con unos helechos se fabricó la cama.
Ya un tiempo después, el príncipe del país vecino cabalgaba con su corte por el bosque cuando pasaron por el claro y vieron un elegante vestido y sus joyas colgando en la boca de la cueva. El príncipe, intrigado, descabalgó y se adentró en la cueva desoyendo los consejos de sus sirvientes; quería saber a quien pertenecían.
Y en cuanto vio a la bellísima princesa Nurjahan tendida durmiendo en la cueva, se quedó prendado de ella. Era la joven más hermosa que había visto nunca; la fijeza de su mirada despertó a la princesa, que un poco asustada al principio, se presentó.
Estuvieron hablando un buen rato y tanto el príncipe como la princesa, que nunca se habían enamorado, notaron un sentimiento que crecía dentro de ellos. Ella le contó su historia porque sentía que podía confiar plenamente en él, pero omitió el hecho de que su padre era el rey y por ende pertenecía a la realeza.
Al día siguiente, el príncipe le confesó que ya la amaba con todo su corazón y le pidió que la acompañara a su reino, donde volvía. La princesa no pudo negarse: le correspondía.
Una vez en el reino del príncipe, que se llamaba Mahamud, los reyes accedieron enseguida a permitir el matrimonio de ambos jóvenes al ver que se amaban tanto. Pasaron los años y Nurjahan y Mahamud, los príncipes, vivieron felizmente y se amaron mucho en aquel país.
Pero un día, resultó que el viejo rey Omar se fue a cazar y se perdió. Paso a paso llegó al bosque y se fue alejando involuntariamente de su reino hasta que, cuando ya estaba muy cansado, avistó el palacio donde vivían Nurjahan y Mahamud y decidió apelar a la hospitalidad del sultán de aquellas tierras.
El rey Shajan, que así se llamaba, enseguida ordenó que se le prepara habitación para unos días y se le ocurrió que siendo tan buena cocinera su nuera Nurjahan; podría pedirle que cocinara para su huésped. Así, llamó a su presencia a la reina y a Nurjahan para que conocieran al invitado; Nurjahan, que sentía cierta intranquilidad, se escondió tras una cortina y al ver quien era aquel rey se limitó a obedecer al rey Shajan y acudir a preparar la cena.
Sabiendo cuánto adoraba su padre el dulce, la princesa Nurjahan preparó una cena en que todo estaba deliciosamente cubierto de azúcar. Tanto el rey Omar como sus anfitriones comieron hasta no poder más porque estaba todo riquísimo, y al día siguiente, Nurjahan cocinó de nuevo.
Y así fue durante tres días. En todas las comidas, Nurjahan confeccionaba los más elaborados dulces y siempre con grandes capas de azúcar. Era delicioso, sí, pero el rey Omar acabó harto de tanto dulce. De hecho, cuando le sacaban la comida sentía náuseas y como no podía decirle aquello a su hospitalario anfitrión, le comunicó al rey Shajan que habría de volver ya. Pero para su desolación, este le contestó:
-¿Acaso me deseáis el mal después de haberos ofrecido cama y comida? Debéis quedaros en mi palacio exactamente siete días y siete noches, o una antigua maldición que durará diez años caerá sobre mí y sobre mis súbditos. ¡Oh, rey Omar, no me ofendáis así!
Y por supuesto el rey Omar hubo de quedarse. Los días siguientes no tocó la comida, fingiendo que ya estaba lleno, y no podía esperar para volver a su reino. Pero en la última noche que pasaría en palacio, la bella Nurjahan cambió el menú. En vez de dulces, preparó un variadísimo banquete en que alternaba diferentes condimentos y platos y así puso la mesa para los importantes comensales.
El rey Shajan y toda su corte no recuerdan comida mejor, pero el rey Omar, que llevaba días sin probar bocado no pudo dejar de saborear cada uno de los platos. Estaba tan agradecido y deleitado que al acabar de festejar, pidió a su anfitrión que le permitiera felicitar personalmente a su nuera, la cocinera.
Nurjahan decidió, esta vez sí, reunirse con su padre; pero en un principio él no la reconoció, y le dijo lo siguiente:
-Si eres tú quien ha cocinado para mí, tengo que darte las gracias. Estaba todo delicioso.
-Gracias, rey Omar.
-Eres una cocinera excelente -y el rey Omar recordó el sin duda mejor de los festines, aquel tan variado que acababa de disfrutar-. Mi apetito no ha podido resistirse a tu talento para combinar los sabores-.
-Padre -inspiró Nurjahan-, todavía os sigo queriendo como a la sal.
La sorpresa atravesó el rostro del rey Omar:
-¿Cómo dices?
La princesa, que ya había perdonado a su padre tras haber entendido él sin darse cuenta la importancia de la sal y por ello había cedido confesando quién era, remató:
-Soy Nurjahan, padre, vuestra hija menor. Y os quiero, como a la sal.
Los ojos del rey Omar, que se había arrepentido mil veces de su irracional decisión y la había echado muchísimo de menos durante aquellos años, se llenaron de lágrimas. Se lanzó sobre su hija menor y se abrazaron con fuerza, y entonces él le dijo:
-Me has enseñado algo muy importante, Nurjahan. La felicidad se encuentra en la capacidad de combinar las pequeñas cosas, en equilibrio, y no en una sola.
Besos,
Sawako :3
viernes, 19 de abril de 2013
viernes, 12 de abril de 2013
Erase un Viernes I
En que os cuento que a mí me gusta muchísimo leer. De hecho, es probablemente una de las cosas que más me gustan en el mundo –y rivaliza con los abrazos y con París, que no es poco-. Pero hay algo muy relacionado que me gusta aún más, que es probablemente, lo que me hace sentir más útil y más me llena de esperanza en el mundo.
Se trata de los cuentos. Me han acompañado desde siempre, tanto como a todos los niños e incluso más porque los he seguido leyendo por mi cuenta, y casi todo lo importante lo he sacado de ahí.
Ahora me gustaría dar un tributo a todos estos cuentos,
porque aunque ya lo haga repitiéndoselos a mi hermana y a cualquiera que me
permita arroparle en los minutos anteriores al sueño, en un rincón tan personal
–y un poco más importante para mí cada día, ahora que lo llevo al día- como mi
Alambique me apetece dedicarles una sección entera.
Erase un viernes… es una sección en que cada viernes os relataré un cuento de esos que leo y yo misma cuento desde la infancia. Aunque le tengo el mismo aprecio –o casi- a La Cenicienta que a los relatos más remotos, como las versiones de Perrault
y compañía ya las conocéis, me centraré en historias de aquí que tengáis menos resabidas
y relatos de allá que es posible que no hubierais oído nunca.
Hoy quería obsequiaros con un cuento canadiense que es de
mis favoritos. Procede de Contes d’Animals de tot el món, por Naomi Adler y
bellamente ilustrado de la mano de Amanda Hall, un libro que de tan destrozado
que lo veo más lo quiero.
En los helados parajes de los confines del mundo, donde las nubes viajan rápidamente y todo es del blanco de la nieve, viven los inuit.
En un poblado inuit vivía un viejo cazador con su única
hija, Sedna. Sedna tenía los ojos rasgados del negro de la medianoche, y así
era también la melena que le caía por la espalda. En invierno, Sedna y su padre
cazaban focas y otros animales, cocinaban la carne, secaban las pieles y
curtían el cuero. En verano, el clima daba un respiro a los inuit y llegaban
soplos de calor, mientras el hielo daba paso a flores de blancos y morados que
cubrían el paraje.
Sedna corría y jugaba esos veranos, pero no con otros niños.
No, Sedna bailaba imitando las acrobacias de las aves y les respondía a sus
píos cantando también, y su mejor amigo era el Rey de todos los pájaros. El Rey
Gaviota era inseparable de la niña inuit.
Pero Sedna creció y llegó a la edad casadera. Diferentes
cazadores la cortejaron, pero a todos los rechazó. Su padre, un día, le dijo
que estaba preocupado porque nadie pudiera cazar para ella cuando él muriera y
que debía casarse ya.
Sedna lloraba junto a la ventana de su iglú, pensando que no
quería casarse nunca. Y es que Sedna estaba enamorada del Rey Gaviota, desde
que se había convertido en una mujer que no amaba como una niña. Pero en ese
momento, el Rey Gaviota sobrevoló el iglú y al verla en su tristeza y
comprender lo que le ocurría, se percató de que él también estaba enamorado de
ella.
Así que el Rey Gaviota echó mano de sus poderes mágicos y se
convirtió en un hombre, que fue a pedir la mano de Sedna a su padre. La
muchacha no cabía en sí de la alegría, y se despidió de su padre para marcharse
a tierras lejanas, de la mano de su Rey Gaviota.
Sedna se embarcó en un cayac donde remó hasta llegar al
lejano reino de las aves, arriba en el cielo. Allí, el Rey Gaviota la esperaba
y le había preparado en su cueva de hielo una cama de mullidas plumas blancas,
y Sedna y su esposo fueron muy felices.
Pero un día, Sedna vio en el océano a dos cazadores que
remaban en un cayac. De pronto, se percató de que estaban cazando y muchas aves
caían a su alrededor; enfurecido, el Rey Gaviota se acercó volando y trató de
impedirles que continuaran. Bajaba en picado y daba vueltas a su alrededor,
rígido, y luego repetía el mismo movimiento sobre la embarcación.
Y entonces sucedió: uno de los cazadores hirió al Rey
Gaviota con su lanza en el pecho. El ave cayó vertiginosamente al mar y Sedna,
deshecha, se las pudo arreglar para embarcarse en un cayac y remar por el mar
hasta dar con su cuerpo.
Al tomar en los brazos a su amado Rey Gaviota, el ave le
dijo: “Para que recobre mis poderes, lánzame a las profundidades del océano;
así estaremos juntos siempre, en otra vida”. Sedna remó y remó acarreando a su
esposo hasta el final del mar, y allí, le besó y lo lanzó al agua.
Entonces, se desató una fuerte tormenta y cayó un
estremecedor rayo. Colores extraños se veían en el mar, y Sedna oyó a las
criaturas marinas agitarse y proclamar: “¡El Rey Gaviota ha muerto! ¡El Rey
Gaviota ha muerto!”. Con ellas gritaron las aves, afligidas, y entonces el
cántico fue: “¡Nos convertimos en criaturas de mar! ¡Nos convertimos en
criaturas de mar!”.
Sedna hubo de alzar la vista y observó, a su alrededor,
miles de criaturas marinas saltando en las aguas. Focas, pulpos, calamares,
tiburones… y el Rey Gaviota, que entre todos ellos, se convertía en una enorme
ballena.
“Sedna, lánzate al agua”, exclamó el Rey Gaviota, y así lo
hizo la joven inuit. Entonces, Sedna se convirtió en la reina de las aguas, la
madre de todas las criaturas marinas. A su lado nadaban la gran ballena y los
demás.
Desde entonces, Sedna reinó sobre los mares junto a su amado
Rey Gaviota. Proclamó las leyes del mar para que las criaturas vivieran en paz,
y los pueblos inuit tan solo podían cazar para comer y vivir, o con sus poderes
mágicos volvería las aguas en su contra. Cuando los cazadores mataban
demasiados animales marinos, Sedna provocaba tormentas que les impedían navegar
para cazar, y el chamán de la tribu debía adentrarse en el mar para que Sedna
calmara las aguas.
Y Sedna y el Rey Gaviota siguieron amándose, en la paz entre el mar y el pueblo inuit.
Besos,
Sawako :3
Besos,
Sawako :3
martes, 9 de abril de 2013
Top Ten Tuesday (VI): Libros favoritos que leí antes de ser bloguera
Top Ten Tuesday es una sección semanal que surgió en el blog The Broke and The Bookish. Dicho blog anuncia semanalmente un tema sobre el cual tendremos que elaborar nuestras listas. Es decir, cada martes deberemos hacer una lista sobre el tema que toque.
Top Ten Tuesday: Libros favoritos que leí antes de ser bloguera
¡Aleluya! ¡Un Top Ten Tuesday fácil! Qué va, si yo adoro
interrogar a Elser calentarme la cabeza con las listas más particulares,
pero este me parece un tema importante :3 –principalmente porque leí todos mis
favoritos antes de ser bloguera-.
Lo que ocurre es que no tengo muy claro cuando empecé a ser
bloguera. Para que me entendáis, antes de abrir mi blog personal colaboraba en
Más Allá de las Palabras y ya reseñaba; pero es que encima, antes de esto tenía
un blog propio con ciertos matices literarios que desafortunadamente ya no
existe. Yo voy a tomar mi experiencia Palabrera como el desflore en este
Blogger literario, es decir, en septiembre de 2010 y a los 12 años.
-El Diario de Ana Frank, Annelies Marie Frank: es mi libro
favorito por encima de todos los que he leído y pueda leer. Entra ¡por los
pelos! en esta lista, dado que lo leí en el verano anterior a ese septiembre.
-Mujercitas, Louisa May Alcott: ¿conocéis la sensación de no
poder leer un libro de toda la vida porque os embarga la melancolía? Si lo
preferís así, sigo llorando a mares como aquella vez que lo leí, a finales de
Primaria creo y tras haberme tragado mil veces la película y haber devorado ya
la continuación la cronología no es lo mío. Mujercitas me enseñó muchísimos
valores, con y sin fe; y me sigue enseñando qué tipo de mujer quiero ser.
-El Nombre del Viento, Patrick Rothfuss: este libro y yo
vivimos en un continuo tira y afloja por saber si está o no en mi lista de oro,
pero creo que los sentimientos tan vivos que me produce y la fuerza de la
escritura y del mismo Kvothe le dan derecho al podio a una novela que leí por
consejo de Hermochi a los 12 recién cumplidos y a la que adoro volver.
-¿Por qué todos me miran la cabeza?, Randa Abdel-Fattah: leí
esta novela en 6º de Primaria y su protagonista de 16 años se convirtió en una
de las mejores amigas de tinta y papel. Yo era desde siempre una niña fascinada
por las diferentes culturas y de cierto feminismo, así que un libro sobre una
adolescente musulmana moderna que tiene el coraje de vestir a tiempo completo
el hijab o pañuelo islámico cumplió mis expectativas… con creces.
-Saga Torres de Mallory, Enid Blyton: la inglesa llegó a mis
manos gracias a mi prima y no pude dejar de pedir libros suyos –pocos no son-.
Pero esta saga es mucho más para mí que un recuerdo, y no está entre mis
favoritas solo porque siempre me hayan conquistado las historias de internados;
Darrell sigue siendo un personaje real y sus amigas, las mismas colegialas con
las que reírme y gastar bromas pesadas a Mam’zelle Dupont.
-Bibliografía de Laura Gallego: indecisa launática
desde que era un retaco, de pocas listas excluiría a esta autora. Y lo cierto
es que no puedo escoger de entre la saga de sagas Memorias de Idhún, joyitas
filosóficas como La Emperatriz de los Etéreos y Dos Velas para El Diablo o el
exotismo de Fenris, el elfo. De hecho, el otro día mareé a mi padre me lancé a
la carretera para comprar a toda pastilla El Libro de los Portales –le debo un
favor a Elena, que me chivó la localización.
-Saga Harry Potter, J.K. Rowling: por algún motivo al que no
encuentro explicación últimamente siempre me olvido de mentar los 7 libros
entre mi crème de la crème literaria, pero al caso, que ya os
imaginaréis que ahí están inamovibles.
¡Y hasta aquí el Top Ten –esta vez sí- Tuesday semanal! Solo
7 elementos porque 7 son y porque es mi primer día de clase y me duermo ;..;
pero la semana que viene intentaré cumplir el requisito. Que el número de TTTs hasta hoy ya abarca más de los dedos de una mano.
Besos,
Sawako :3
jueves, 4 de abril de 2013
Top Ten Thursday (V): Personajes de los que me enamoraría si yo también fuera un personaje ficticio
Top Ten Tuesday es una sección semanal que surgió en el blog The Broke and The Bookish. Dicho blog anuncia semanalmente un tema sobre el cual tendremos que elaborar nuestras listas. Es decir, cada martes deberemos hacer una lista sobre el tema que toque.
Top Ten Thursday: Personajes de los que me enamoraría si yo también fuera un personaje ficticio
Ya lo dice el título, como me mola
-Jack, saga Memorias de Idhún: mi favorito. Jack es un chico
real que me conquistó hace años y nunca ha abandonado mi corazón de lectora. Es
ese personaje que te gustaría abrazar a toda costa mientras toca una balada en
su guitarra descamisado en la habitación y, sin embargo, no lo puedes imaginar al
lado de nadie que no sea Victoria.
-Christian, Memorias de Idhún: no creo que se le pueda
comparar con la anterior figura; es una persona totalmente diferente, un ser
diferente. No soy una de esas tontas fascinadas por la capacidad para matar de
Christian; si estuviera a su nivel, conectar con alguien hasta tal punto sería
mi sueño fangirl, y por eso está en esta lista por algo no he puesto Kirtash.
-Andrés, Trilogía de Getafe I: Algún día, cuando pueda
llevarte a Varsovia: es el inmigrante polaco en la primera novela y favorita de
una trilogía que trata de la vida sin hablar de ella. La vía hacia el corazón y
la evolución de Silvia es Andrés. Tan enigmático como sencillos los amores que
profesa y eso, queridos, es difícil; algún día, espero, me llevará a mí también
a Varsovia.
-Sam, Los lobos de Mercy Falls: si lees a Rilke en una tarde
otoñal al son de la guitarra indie es probable que se te aparezca el chico
lobo. Pero no son sus múltiples detalles los que lo hacen pura nostalgia; es
Sam, Sam, Sam en estado puro. De los que más enamoran, y de los pocos tiernos.
-Fernando, Malena es un nombre de tango: entre
criaturas mitológicas y polacos, Fernando es de mis favoritos. Al libro, pillado
por casualidad, le leí la mitad de un tirón. Pero además, Fernando es ese chulo
sexi por quien Malena se deja arrastrar conscientemente hasta el caos total sin
fingirlo en ningún momento el novio perfecto ni pretender controlar. No digo
que no sea un cabrón; pero es un cabrón reconocido, de verano para follar y
para llorar.
-Jacob Jake, Crepúsculo: de hecho, Stephenie Meyer
escribe bastante bien y si no fuera por la destructiva relación protagonista no
tendría grandes quejas de esta saga. Tampoco sé porqué me justifico; Jake es tan
cálido que se me hace real, y probablemente Luna Nueva sea mi favorito gracias a él.
-Kvothe, Crónicas del Asesino de Reyes: el pelirrojo me ha
planteado un dilema interior. Estamos tan cerca de Kvothe durante los dos
libros publicados que a veces se me hace raro no verle como un desdoble de mí
misma; pero imaginaos que os corteja una persona tan carismática y tan llena de
orgullo. No hay ningún otro personaje igual, y no dudo que rehuirle a la manera
de Denna –pobre Denna- me resultaría más que difícil.
-Alex, Delirium: este es el que menos me ha llegado, pero es
que yo soy muy tiquismiquis :P Sin embargo, sí que recuerdo creerme al
personaje, y tenía un toque tan dulzón como rebelde –y grandes ideas sobre la
literatura- por los que me conquistó…
Y hasta aquí el Top Ten... ¡Thursday!
Besos,
Sawako :3
Y hasta aquí el Top Ten... ¡Thursday!
Besos,
Sawako :3
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